La importancia de un semáforo en rojo
Hace poco caminaba por la calle a toda velocidad pendiente de todas las cosas que me quedaban por hacer y preocupada por si llegaría a tiempo de hacerlas: a ver si no hay mucha gente en el banco que luego tengo ir a comprar algo para comer (mira que olvidar sacar anoche la comida del congelador…), no he devuelto la llamada a una amiga, como se me he haga más tarde me va a cerrar la mercería…
En esta interminable carrera física y mental me encontré acelerando aún más el paso al observar que una luz ambar parpadeaba un poco más allá justo en medio de mi camino previsto. Sin embargo, tras hacer un último sprint no me quedó otra que frenarme en seco ante la rotundidad de un peatón en rojo. Leñe, pensé, ya se me cerró el semáforo. Los coches comenzaron entonces a circular, bocinazos, adelantamientos, caras crispadas tras las ventanillas… Fue en ese momento cuando, sin saber muy bien porqué, respiré.
Respiré muy profundamente y esa inspiración larga serenó mi mente. Observé entonces lo que había a mi alrededor, gente con un pie en la acera y otro en el asfalto por si veían la oportunidad de cruzar corriendo, gestos de enfado tras los volantes ante minúsculos e inconsistentes segundos de espera, miradas apresuradas, móviles en mano, pasos apretados….
Una absoluta falta de presencia y atención se extendía a mi alrededor ¡con lo fácil que era encontrar esos breves segundos en los que podíamos centrar nuestra energía!. Aprovechar el semáforo en rojo para observar el cielo y su luz, para reconocernos en las miradas de los otros, para dar las gracias porque seguimos respirando… pero no nos acordamos, nuestra mente toma siempre el mando e incluso en los pequeños momentos decide llenarnos con pensamientos de estrés y, sin embargo, podemos decidir cambiar, está en nosotros rectificar esos pensamientos y disfrutar, dentro del bullicio externo e interno, de momentos de paz respirando el aquí y el ahora. Aprovechando todos los semáforos en rojo.